sábado, 6 de enero de 2018

La entrevista como género.


Entrevistas y entrevistos.

Los apóstoles de la crisis económica, que los hay, señalan como elementos positivos aquellos cambios a los que su irrupción obliga llegando a celebrar de esta guisa tanto más su profundidad y perseverancia como garantía de que “al final del túnel no solo habrá más luz sino una luz mejor, más nítida, limpia y resplandeciente”. Parece difícil que un deshauciado se deje convencer por tales argumentos y sueñe con que al final de tanta desgracia el modesto piso de sesenta metros cuadrados que la hipoteca le arrebató dejara pasó a un espléndido chalet adosado de ciento veinte metros cuadrados más garaje y piscina comunitaria. En los medios periodísticos, en los que la crisis está produciendo un mortandad laboral que permite hablar de una auténtica masacre o genocidio, no falta tampoco el optimista – en las escuelas de negocios nos han convencido a todos de que hay que ser positivos si se quiere salir adelante- que ve en la crisis, en la avalancha de despidos y en la precariedad general básica, la oportunidad para rejuvenecer los ánimos y la imaginación y reconvertirse de golpe de parado a emprendedor, juntarse con dos o tres amiguetes más digitales que analógicos poner en marcha en la red “un proyecto cultural”, es decir, uno de esos proyectos en los que se paga poco o nada – “de momento no podemos pero”-tanto a los colaboradores externos como a la escasa plantilla de precarios, autónomos o becarios.
Pues es en ese territorio en donde el género entrevista está viviendo un tiempo de esplendor al menos desde el punto de vista cuantitativo. Y la cosa tiene su explicación lógica porque al fin y al cabo la entrevista es una forma de contar con una firma o una imagen, es decir con una marca cultural (imagen, marca y firma son ya una unidad de destino en lo digital) a precio cero porque los colaboradores todavía pueden atreverse a preguntar que cual será el pago por ese artículo de tres mil caracteres sin espacios que me pides para pasado mañana pero a un entrevistado “ni se le pasa por la cabeza que pueda cobrar algo si ya con salir debería sentirse totalmente satisfecho. Encima de que lo sacamos no querrá que…”. Así que hay estamos: la entrevista, y mejor larga que corta que en digital no hay que pagar papel, como recurso predilecto de la cultura low cost.
Y, en efecto, uno podría decirse que no hay mal – crisis- que por bien- entrevista- no venga porque sin duda la entrevista tiene condiciones para ser un género especialmente capacitado para dar cuenta de esa realidad dialéctica, escurridiza y dinámica que parece estar pidiendo para su mejor aprehensión ese cualidad socrática tan propio de la entrevista. Porque no es gratuito recordar que por su etimología el concepto de entrevista, que el diccionario de la RAE define como “encuentro y conversación entre dos o más personas para tratar un asunto determinado”, hace referencia tanto al entre-ver, es decir ”a lo que no se ve con claridad” como al “verse entre sí”, un origen que pone en relación el término entrevista con la acepción jurídica del vocablo vista en tanto comparecencia conjunta en un juicio de jueces, abogados, acusados, testigos, etc, que da lugar a la expresión y evacuación de aquellos interrogatorios, argumentaciones, presentación de pruebas, testimonios o cualesquiera otros recursos necesario para aclarar una cuestión, un hecho o un entendimiento. Y la entrevista como un recurso retórico que, al modo de como interrogarorio argumental, trata de hacer aflorar algo que permanece oculto o escondido. En definitiva: la entrevista como enjuiciamiento y crítica de la realidad que en estos tiempos de tanta y tan escéptica confusión habría que dar por bienvenido. Lamentablemente y a pesar del optimismo de los buitres que ven en cada crisis ocasión para incrementar su pelaje, no siempre las entrevistas cumplen con ese destino que consiste en desentrañar silencios, actitudes o malentendidos.
Para poder ponderar si una entrevista determinada supone un acierto o un fracaso lo primero que habrá que considerar es si ese objetivo de hacer aflorar lo escondido se ha cumplido o al menos ha tratado de cumplirse para luego poder evaluar si sus fallos o aciertos son responsabilidad o bien del entrevistado o entrevistados, o bien del entrevistador o entrevistadores que son los que en definitiva están obligados a saber por qué han entrevistado al entrevistado y qué es aquello querían dilucidar y enjuiciar mediante la entrevista a realizar. Por desgracia la entrevista socrática o dialéctica es hoy genero escaso mientras lo que más abunda es la “entrevista pasteleo” en la que o bien el entrevistador parece adjudicarse el papel de autoentrevistado a fin de poder opinar sobre aquello sobre lo que está deseando opinar para que todo el mundo vea lo inteligente que es adjudicándole al entrevistado el papel de mero pretexto o convidado de piedra., o bien la entrevista en la que el entrevistado se vuelca en su promoción y con sonrisa o ceño de experto en marketing (mano en el rostro atento al perfil bueno para la fotogenia más conveniente) una y otra vez nos castiga tratando de hacer pasar por vida interior e inteligente lo que no dejan de ser estudiados spot semánticos, ripios mentales o complacientes provocaciones. Estamos pues ante la “entrevista escaparate” en la ambos elementos, entrevistador y entrevistado, persiguen un mismo objetivo: incrementar su visibilidad mediática.


Ejercicio para hoy: Escriba una entrevista con el autor o autora que en su opinión este gozando de una fama inmerecida e intente a lo largo de ella poner de relieve lo infundado de su actual reconocimiento procurando que sea el mismo entrevistado o entrevistada el que se delate a si mismo. Lectura recomendada: Vea las entrevistas e interrogatorios que tienen lugar en el film Algunos hombres buenos.

1 comentario: