Entrevistas
y entrevistos.
Los
apóstoles de la crisis económica, que los hay, señalan como
elementos positivos aquellos cambios a los que su irrupción obliga
llegando a celebrar de esta guisa tanto más su profundidad y
perseverancia como garantía de que “al final del túnel no solo
habrá más luz sino una luz mejor, más nítida, limpia y
resplandeciente”. Parece difícil que un deshauciado se deje
convencer por tales argumentos y sueñe con que al final de tanta
desgracia el modesto piso de sesenta metros cuadrados que la
hipoteca le arrebató dejara pasó a un espléndido chalet adosado de
ciento veinte metros cuadrados más garaje y piscina comunitaria. En
los medios periodísticos, en los que la crisis está produciendo un
mortandad laboral que permite hablar de una auténtica masacre o
genocidio, no falta tampoco el optimista – en las escuelas de
negocios nos han convencido a todos de que hay que ser positivos si
se quiere salir adelante- que ve en la crisis, en la avalancha de
despidos y en la precariedad general básica, la oportunidad para
rejuvenecer los ánimos y la imaginación y reconvertirse de golpe de
parado a emprendedor, juntarse con dos o tres amiguetes más
digitales que analógicos poner en marcha en la red “un proyecto
cultural”, es decir, uno de esos proyectos en los que se paga poco
o nada – “de momento no podemos pero”-tanto a los colaboradores
externos como a la escasa plantilla de precarios, autónomos o
becarios.
Pues
es en ese territorio en donde el género entrevista está viviendo un
tiempo de esplendor al menos desde el punto de vista cuantitativo. Y
la cosa tiene su explicación lógica porque al fin y al cabo la
entrevista es una forma de contar con una firma o una imagen, es
decir con una marca cultural (imagen, marca y firma son ya una unidad
de destino en lo digital) a precio cero porque los colaboradores
todavía pueden atreverse a preguntar que cual será el pago por ese
artículo de tres mil caracteres sin espacios que me pides para
pasado mañana pero a un entrevistado “ni se le pasa por la cabeza
que pueda cobrar algo si ya con salir debería sentirse totalmente
satisfecho. Encima de que lo sacamos no querrá que…”. Así que
hay estamos: la entrevista, y mejor larga que corta que en digital no
hay que pagar papel, como recurso predilecto de la cultura low cost.
Y,
en efecto, uno podría decirse que no hay mal – crisis- que por
bien- entrevista- no venga porque sin duda la entrevista tiene
condiciones para ser un género especialmente capacitado para dar
cuenta de esa realidad dialéctica, escurridiza y dinámica que
parece estar pidiendo para su mejor aprehensión ese cualidad
socrática tan propio de la entrevista. Porque no es gratuito
recordar que por su etimología el concepto de entrevista, que el
diccionario de la RAE define como “encuentro y conversación entre
dos o más personas para tratar un asunto determinado”, hace
referencia tanto al entre-ver, es decir ”a lo que no se ve con
claridad” como al “verse entre sí”, un origen que pone en
relación el término entrevista con la acepción jurídica del
vocablo vista en tanto comparecencia conjunta en un juicio de jueces,
abogados, acusados, testigos, etc, que da lugar a la expresión y
evacuación de aquellos interrogatorios, argumentaciones,
presentación de pruebas, testimonios o cualesquiera otros recursos
necesario para aclarar una cuestión, un hecho o un entendimiento.
Y la entrevista como un recurso retórico que, al modo de como
interrogarorio argumental, trata de hacer aflorar algo que permanece
oculto o escondido. En definitiva: la entrevista como enjuiciamiento
y crítica de la realidad que en estos tiempos de tanta y tan
escéptica confusión habría que dar por bienvenido.
Lamentablemente y a pesar del optimismo de los buitres que ven en
cada crisis ocasión para incrementar su pelaje, no siempre las
entrevistas cumplen con ese destino que consiste en desentrañar
silencios, actitudes o malentendidos.
Para
poder ponderar si una entrevista determinada supone un acierto o un
fracaso lo primero que habrá que considerar es si ese objetivo de
hacer aflorar lo escondido se ha cumplido o al menos ha tratado de
cumplirse para luego poder evaluar si sus fallos o aciertos son
responsabilidad o bien del entrevistado o entrevistados, o bien del
entrevistador o entrevistadores que son los que en definitiva están
obligados a saber por qué han entrevistado al entrevistado y qué es
aquello querían dilucidar y enjuiciar mediante la entrevista a
realizar. Por desgracia la entrevista socrática o dialéctica es
hoy genero escaso mientras lo que más abunda es la “entrevista
pasteleo” en la que o bien el entrevistador parece adjudicarse el
papel de autoentrevistado a fin de poder opinar sobre aquello sobre
lo que está deseando opinar para que todo el mundo vea lo
inteligente que es adjudicándole al entrevistado el papel de mero
pretexto o convidado de piedra., o bien la entrevista en la que el
entrevistado se vuelca en su promoción y con sonrisa o ceño de
experto en marketing (mano en el rostro atento al perfil bueno para
la fotogenia más conveniente) una y otra vez nos castiga tratando
de hacer pasar por vida interior e inteligente lo que no dejan de ser
estudiados spot semánticos, ripios mentales o complacientes
provocaciones. Estamos pues ante la “entrevista escaparate” en la
ambos elementos, entrevistador y entrevistado, persiguen un mismo
objetivo: incrementar su visibilidad mediática.
Ejercicio
para hoy: Escriba una entrevista con el autor o autora que en su
opinión este gozando de una fama inmerecida e intente a lo largo de
ella poner de relieve lo infundado de su actual reconocimiento
procurando que sea el mismo entrevistado o entrevistada el que se
delate a si mismo. Lectura recomendada: Vea las entrevistas e
interrogatorios que tienen lugar en el film Algunos hombres
buenos.
Perdón....el director de la Peli ¿quién es?
ResponderEliminargracias