LEER,
¿PARA
QUÉ?
Podría
entenderse que la
actividad de leer encuentra su sentido cuando esa actividad hace
evidente que el sentido no está en la posible respuesta sino en el
propio hecho de que la pregunta aparezca. El sentido de leer sería
la aparición de la pregunta, del mismo modo que el sentido de la
vida es la pregunta sobre el sentido de la vida porque, en
definitiva, valga la tautología, el sentido de toda actividad humana
es la pregunta sobre su sentido. La pertinencia de lo humano reside
en esa pregunta, en su capacidad para hacerse esa pregunta, en la
facultad de preguntarse sobre el sentido de ser un ser con facultades
cognocitivas.
Pero
el hombre puede leer sin preguntarse por el sentido de leer y puede
vivir sin preguntarse por el sentido de la vida. ¿Significa eso que
ese hombre no lee o no vive ? No, sólo significa que ese hombre
todavía no ha encontrado el sentido de lo que hace. Que todavía no
lo ha encontrado pero puede encontrarlo. O no encontrarlo. Lo
importante es que aquella facultad para encontrar exista. Lo
importante es que esa actividad - leer, vivir - contiene esa facultad
y que esa actividad está dirigida y orientada precisamente a que esa
pertinencia - preguntarse - se ponga de relieve, se revele, aparezca.
La
respuesta a esa pregunta sobre el para qué de leer es importante
pero no es lo
importante.
Una pregunta es el principio de una actividad - responder - que a su
vez encuentra su sentido cuando se pregunta sobre su sentido. A
partir de ahí aunque matemáticamente pueda continuarse
indefinidamente la secuencia de actividad - sentido – pregunta, su
sentido se establecerá como un circuito cerrado y circular porque el
sentido sobre el sentido de responder a una pregunta nos remite
siempre - ¿inútilmente?- a la pregunta.
Antes
de que la pregunta aparezca ¿qué hace el hombre que lee? Digamos
que está leyendo una novela: ¿qué hace? Reconoce y conoce
palabras, entiende frases y párrafos, ve personajes y actos y
enjuicia esas palabras, esas frases y párrafos, esos personajes y
esos actos. Amplía su conocimiento del mundo y ejercita su capacidad
para imaginar el mundo y, por tanto, para pensarlo. Ese hombre que
lee es un hombre "curioso", que tantea y delimita su medio
y, al tiempo, ejercita su tantear y su delimitar, su conocer y su
reconocer. Satisface su curiosidad y en ese hecho encuentra
satisfacción. Ese hecho, ademas, conlleva un esfuerzo y de ese modo
el hombre que lee aprende a relacionarse con su esfuerzo.
Estamos
hablando de un hombre en abstracto. Pasemos ahora a un hombre más
concreto, aun niño, por ejemplo. Es decir, a un hombre que empieza a
leer. Está leyendo Miguel Strogoff, de Julio Verne. Dejemos de
momento su relación con el texto y fijémonos en otros aspectos
"externos". Por ejemplo el niño que lee “lee”que
alguien de su entorno familiar le pasa la mano por la cabeza y le
comenta que muy bien, muy bien que esté leyendo y lo elogia, o bien
puede suceder que “lea”, constate, como un otro alguien de ese
mismo entorno le dice deja de leer y haz los deberes que estás
perdiendo el tiempo. Puede también suceder que o bien el niño
comente con sus compañeros cómo Strogoff se libra de la ceguera y
observe como gana la atención de sus compañeros o, al contrario,
compruebe como recibe escasa o nula atención, sus compañeros dejan
de escucharlo y se ponen a hablar de alguna cosa que ayer vieron en
la televisión. Es así como ese niño está iniciando su aprendizaje
sobre el lugar social de la lectura y, cualquiera que sea la
conclusión que saque, esa conclusión entrará a formar parte de su
actividad lectora, será un " texto" – pretexto en cuanto
“texto previo”- con el que siempre va a encontrarse sea cual sea
el texto que esté leyendo. Valor de uso y valor de cambio. El texto
como lectura del mundo a través de un mundo representado. La
lectura de la lectura como medio para detectar y conocer el código
de los valores de cambio. Ambos valores actúan conjuntamente y de
esa forma la lectura deviene un formidable instrumento para la
lectura del mundo. Ambos valores son inseparables. Leer es también
la conciencia de estar leyendo. Preguntarse por el sentido de la
lectura. Fin de finalidad y no fin de acabamiento. Un fin que inicia
un principio. Una actividad- leer- que lleva a una pregunta y una
pregunta que de ese modo se convierte en el elemento constituyente de
esa actividad. Una pregunta que no es tautológica- no se contesta
con esa misma pregunta - y que por tanto incluye un horizonte, una
respuesta. La incluye y la exige.
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