Ponte de Navia
Para L.
Tengo para mí que
la lectura más que de ese "dialogo de intimidades" del que
tan complaciente y halagadoramente se habla, se trata de un proceso
en el que el yo semántico y sintáctico (el yo como texto) choca,
rebota y fricciona con otros textos que a su vez interfieren,
infiltran y construyen ese imaginario en el que, al imaginarnos, nos
reconocemos: el texto de nuestra lectura del mundo y el texto de
nuestra lectura de lo literario. Hablar, por ejemplo, de este poema
de Xosé Luis Méndez Ferrín supone, sin abandonar el necesario
decoro, hablar del yo de quien esto escribe y de sus lecturas.
Un yo en el que la
lengua gallega actúa más como una exclusión que como un exilio,
como destierro de una tierra que nunca llegó a habitarse plenamente
y que hubo de construirse casi desde la sola voluntad en el proceso
de búsqueda de equilibrio, social y biográfico que todo proceso de
emigración conlleva. Dicho de otro modo: fue Madrid quien hizo
gallego a ese yo y fue Madrid (como podía haber sido Bilbao o
Barcelona) quien le hizo volver hacia una lengua que, aun sin formar
parte del proceso de formación esperable o primigenio, ocupaba un
espacio - un principio de incertidumbre- con posibilidades de
integrarse, hasta cierto punto, en un proyecto de autobiografía en
el que la lectura política de la realidad iba dejando sus huellas
gramaticales al tiempo que, como buen componente de aquella España
del desarrollo tardofranquista, alimentaba la "vida interior"
y el "desclasamiento intelectual" con un automaster
cultural teñido de "existencialismo de izquierdas", es
decir, Sartre por aquí, Blas de Otero por allá, las elegías de
Rilke desocupando la nefanda y ñoña educación de colegio de curas,
gotas de Auden, chaparrón de Guillén y Cernuda, el horizonte de Gil
de Biedma, la sombra de Valente, primeros encuentros con los espejos
de Borges y trasvases esteticistas apresurados y en malas
traducciones de Tralk, Saint John Perse o Mallarmé. La Educación
General Básica de una clase media en ascenso cultural.
Encontrarse con
este poema de Méndez Ferrín a finales de los años setenta y con el
equipaje mencionado a cuestas, supuso el encuentro con una propuesta
de horizonte vital y civil en el que lo personal (el deseo) y lo
colectivo (la lengua) confirmaban y recordaban la posibilidad de
seguir creyendo que la vida merecía la pena si la aspiración a la
dignidad formaba parte de ella. Una dignidad sin trampas y en la que
por tanto el yo y el tú, lo personal y lo colectivo, eran maderas de
un mismo barco.
Este poema de
Ferrín parece un poema de amor (y lo es), parece un poema
pornográfico (y lo es), parece un epitalamio (y seguramente eso es
lo que es) pero sin dejar de ser todo eso es, sin duda y sobre todo,
el canto de amor a una lengua. A la lengua gallega en concreto pero a
toda lengua en universal. La prueba poética palpable (y el tacto no
es una mera metáfora en este poema) de que la vieja polémica entre
expresión y comunicación es tan sólo un síntoma más de esa
esquizofrenia alienadora en la que nos quieren obligar a vivir. La
lengua como argumento último y mayor de que la vida podría ser otra
cosa y por tanto es otra cosa.
Alguien me contó
que en Bupadest existe un número de teléfono en el que uno puede
oír el sonido A - el acorde de Do menor- cuando necesita afinar
algún instrumento musical con desarreglos. Vuelvo a la lectura de
este poema cuando la desorientación vital y civil me ronda como
canto de sirenas o como "ollos negros de nenos mortos cravados
nas salas do pazo". Leo la naturalidad con que fluyen en él los
materiales de la vida cotidiana: luz, carbón, pólvora, ladrillo,
fósforo, ríos, mar, piedras, sedas, pan, lumbre. Leo la posibilidad
realizada de un pedir - ponte de - que no sea ejercicio de mando, de
un sexo en el que la exaltación no provenga del desespero, de una
alegría sin autoengaño - o lume bo e a morte -, y de una ternura -
naceránche nos ollos lúas, vésporas e un xerriño de mel- que no
se alimente de lo cursi o de lo bonito (esa pereza de lo bello).
Pero sobre todo es
un poema que oigo porque se atreve a hablar en voz alta. Oigo una voz
que no pide disculpas por existir. El sonido de una lengua puesta en
pie, erguida, haciendo manifiesto el derecho a vivir y nombrar la
plenitud concreta de la vida. La voz de un no-esclavo.
Posturas pra
copular en homenaxe
Ponte de lus,
carbón, pólvora e ollos
negros de nenos
mortos cravados nas salas do pazo.
Ponte de corazón,
ladrillo, fósforo
con cincocentas
espirais para chegar ao verde cumio i escusadas sedas.
Ponte de mar,
estrondo, primavera
e mans
estremecendo o vaso, amante, no que cantan as sedes doutro tempo.
Ponche de
contemplar, amor, antigamente
e docísimamente
e perder como vidas vellas e tirar coa chaqueta cada día.
Ponte de ponte;
ponte, amiga, en ponte
estrangulando o
río no que muxo e urro con carballos, follas.
Ponche para saír
a saia nova
e, tan cursi polo
xardín, naceranche nos ollos lúas, vésporas e un xerriño de mel.
Ponte de costas,
natural e lume
negro polo baixío
conmoveráche os dentros con arruallo vivo sen vivir en min.
Ponte de pel de
añuca, de croiño,de hombreiro,
penedo do
crepúsculo, atal coma unha caixa de música ou cerdeiras.
Ponte de frío,
ponte estatuaria
e cada embate
será líquido inmóvil, abril de xade, nódoa de alabastro.
Ponte de
recurrer, ponte de língoa
e unión, trebón,
carne polo discurso, verbas como panascos orballados.
Ponte de viño,
en fin, e de cabazo
e teñamos, amor,
amor, unha fogaza candeal e ollos para fitar o bo lume e a morte.
Posturas para
copular en homenaje
Ponte de luz,
carbón, pólvora y ojos
negros de niños
muertos clavados en las salas del pazo.
Ponte de corazón,
ladrillo, fósforo
con quinientas
espirales para llegarle a la verde cumbre y ocultadas sedas.
Ponte de mar,
estruendo, primavera
y manos
estremeciendo el vaso, amante, en el que cantan las sedes de otro
tiempo.
Ponte de contemplar,
amor, antiguamente
y dulcísimamente y
perder como vidas viejas y tirar la chaqueta cada día.
Ponte de puente;
ponte, amiga, en puente
estrangulando el río
en el que mujo y bramo con robles, hojas.
Ponte para salir la
falda nueva
y, tan cursi por el
jardín, te nacerán en los ojos lunas, avispas y una jarrita de
miel.
Ponte de espaldas,
natural y fuego
negro por los bajos
conmoverá tus adentros con gruñido vivo sin vivir en mí.
Ponte de piel de
nuca, de guijarro, de hombro,
peñasco del
crepúsculo, al igual que una caja de música o cerezas.
Ponte de frío,
ponte estatuaria
y cada embate será
líquido inmóvil, abril de jade, estigma de alabastro.
Ponte de recurrir,
ponte de lengua
y unión, tormenta,
carne por el discurso, palabras como pasto lloviznado.
Ponte de vino, en
fin, y calabaza
y tengamos, amor,
amor, una hogaza candeal y ojos para mirar el buen fuego y la muerte.
Versión de Eloísa
Otero y Manuel Outeiriño
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