jueves, 6 de agosto de 2015

PARA UNA PEQUEÑA HISTORIA DE LA CRÍTICA (3). EL MANIFIESTO QUE NO LLEGÓ A MANIFESTARSE (Y 3)


MANIFIESTO FINAL: CONTRA LA CONFUSIÓN.


No hay más crítica que la crítica que sirve al lector, y no hay más servicio al lector que la información.
La información no es un ejercicio de estilo, no es un discurso sin argumentos, no es erudición gratuita, no es una impresión, ni siquiera una elección del gusto. Tampoco es publicidad.
Informar es ofrecer las claves necesarias para interpretar lo que cada obra propone: la corriente literaria a la que pertenece, la visión del mundo que contiene y las referencias del proyecto literario de su autor. Lo demás es ruido.
Hasta ahora la crítica no ha informado porque no ha sido independiente. El crítico se ha preocupado más de su supervivencia que de la función propia de su oficio, su falta de criterio le ha obligado a navegar entre la tolerancia y el sometimiento, su miedo a definirse le ha conducido a la ambigüedad, su cobardía le ha convertido en un gacetillero.
Hasta ahora el crítico ha trabajado a espaldas del lector. Le ha impuesto una lectura: la suya. Ha apartado a la obra de la sociedad y la ha puesto al servicio de sus intereses, de su discurso. La forma pura es el último refugio de la falta de ideas.
Una crítica débil hace una literatura débil. Lo mediocre se convierte en suficiente. En ausencia de una escala de valores, todo vale. Nada está mal, y, por tanto, nada está bien. La crítica no ha querido, o no ha sabido, definir esta escala. La palabrería ha amordazado a la palabra.
Sin embargo, el crítico no es el único responsable de este deterioro. Editores,autores, medios de comunicación e instituciones han permitido, fomentado o utilizado la confusión en su provecho. El editor, al primar la crítica consentidora e interferir en la independencia del crítico con el arma permanente de su cuenta de publicidad. El autor, al dejarse deslumbrar ingenuamente por las promesas de un mercado que le exige una presencia permanente y una autopromoción servil, olvidando, con interesada complacencia, la responsabilidad que, lo quiera o no, su condición le confiere. Los medios de comunicación, al carecer de una línea definida en el tratamiento de la información cultural e imponer al crítico una relación inorgánica, eventual y sujeta a toda clase de vaivenes. Las instituciones, al haber elevado el confusionismo cultural a la categoría de programa político. Unos y otros, han terminado por hacer de la crítica un instrumento débil e incapaz. El tejido de intereses ha creado un ambiente de autosatisfacción en el que cualquier intento de crítica real, independiente, se vive como una amenaza.
La literatura española de los últimos años no pasa de ser, con excepciones, una suma de productos espontáneos, aislados e indecisos. Ha sufrido las consecuencias de una crítica superficial y desorientada. Se ha contagiado de su arbitrariedad, se ha relajado. “Escribir bien” se ha convertido en su única tarea. Ha olvidado que la literatura es una respuesta a la vida. Carece de intencionalidad. No expresa ideas y, a menudo, no sabe lo que expresa. Insoportable frivolidad.
Escuchar lo que la obra dice. Interpretar, valorar e informar sobre ella sin perder de vista el horizonte social en el que se genera y se consume. Esforzarse para que la literatura no retroceda ni se estanque. No considerar la historia de la literatura como algo inmutable y acabado, sino como un proceso en continua revisión. Argumentar, situar, comparar y revisar para no confundir a los otros. La experiencia lectora de la crítica debe ser lo más transparente posible. El crítico puede equivocarse, pero no puede equivocar.
Devolver a la crítica la legitimidad y funciones de las que hoy carece es una necesidad urgente.
Por eso reclamamos una crítica que atienda a la visión del mundo que cada obra contiene, a sus resonancias culturales, a su marco ideológico, a sus intenciones, a su sentido, a su significación en un momento literario concreto o en una tradición determinada, a sus aportaciones formales y a sus grandes líneas argumentales.
Informar, esclarecer, no confundir.


No hay comentarios:

Publicar un comentario